En el Congreso de Educación REDQ 2025, realizado en Quillota, una de las conferencias más concurridas fue la ofrecida por Amey Pinto Wong, magíster en Educación Inicial, académica de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y actual doctoranda en Educación en la Universidad de Barcelona. Su ponencia, titulada “El juego como derecho de las infancias”, abordó el rol transformador del juego en los procesos educativos de la primera infancia.
Con una sólida trayectoria académica que incluye diplomados en género, derechos humanos y responsabilidad social, y con líneas de especialización en juego, didáctica y enfoque de género, Pinto Wong participa activamente en redes como EDUCAFEM (Feministas por la educación Amanda Labarca). En esta entrevista, comparte su visión sobre el valor del juego, los desafíos de la educación parvularia y la importancia de crear espacios de formación docente.
¿Cómo vivió su participación en el Congreso REDQ 2025?
Fue una experiencia muy grata y enriquecedora. En primer lugar, destaco la diversidad de perfiles entre los asistentes, educadoras de párvulos, técnicas, asistentes, docentes de primero y segundo básico, directivos. Eso habla de una visión sistémica por parte de la Municipalidad de Quillota, que busca fortalecer el trabajo educativo desde una mirada colaborativa y articulada. Me pareció muy valioso ver a tantos jardines infantiles representados, lo que demuestra una preocupación real por la formación y actualización continua de los equipos pedagógicos.
¿Qué importancia tienen estos espacios de formación y reflexión para los equipos educativos?
Estos espacios no solo son importantes, sino que absolutamente necesarios. Vivimos en un contexto donde los procesos de actualización curricular y de formación docente deben responder a las necesidades reales de los territorios y de las comunidades educativas. Cuando estos encuentros se orientan a temas específicos —como la educación parvularia o el primer ciclo de básica—, su impacto es directo en las prácticas pedagógicas y, por lo tanto, en los aprendizajes de las niñas y niños. Además, permiten el intercambio de saberes, la construcción colectiva de conocimiento y la resignificación de nuestras propias prácticas como educadoras y educadores.
En su conferencia habló del juego como herramienta pedagógica. ¿Por qué es clave en la educación inicial?
Porque el juego no es solo una actividad recreativa o un momento de descanso. Es una forma de conocer, de explorar, de crear y de construir identidad. Según las Bases Curriculares de Educación Parvularia, el juego es un principio pedagógico, pero también una herramienta privilegiada para el aprendizaje. A través del juego, niñas y niños desarrollan no solo habilidades cognitivas, sino también emocionales, sociales y físicas. Es decir, el juego promueve un desarrollo integral. Si como educadores comprendemos esto y lo incorporamos intencionadamente en nuestras planificaciones, estamos respetando el modo natural de aprender de la infancia.
¿Qué desafío plantea esto a las comunidades educativas que trabajan con la primera infancia?
El principal desafío es reconocer al juego como un eje central en la enseñanza, y no como un “tiempo libre” o accesorio. Esto implica destinar tiempo, espacio y recursos pedagógicos específicos para el juego, y también repensar nuestras propias creencias sobre el rol de la educadora, no como alguien que entrega contenidos, sino como quien facilita experiencias significativas.
Por eso, invito a todas las personas que trabajan en un jardín infantil —educadoras, técnicos, asistentes, personal administrativo— a darle al juego el lugar que merece. Que lo incluyan en la rutina diaria, que lo observen, lo documenten y lo potencien. Jugar es aprender, y cuando entendemos eso, transformamos nuestras prácticas desde la raíz.